Javier Emmanuel Cruz Guzmán's profile

La tragedia de un cordero (texto)

La tragedia de un cordero

Las montañas envuelven en la soledad la granja en la cual una pareja vive acompañada sólo de sus ovejas, su perro y gato. El frío adorna el aislamiento en forma de nieve que cubre el paraje cada tanto. Ahí, en lo más alto de la noche, algo respira con la profundidad de un pozo. Una presencia que no se ve, pero que las ovejas parecen temer. El hielo golpea contra la ventana donde los animales se protegen del exterior. Al fin, se revela a una de las ovejas recostada en el suelo, embarazada. Dentro de poco, el fruto de su vientre traerá la desgracia.

Lo anterior, es tan sólo el inicio de Lamb (Valdimar Johannsson, 2021). La secuencia con la que la película abre la historia es envolvente. Los paisajes de las montañas islandesas, la nieve, el aislamiento en el cual viven los personajes, además del sonido que termina por dar un acento al tono ominoso que marcan la fotografía y el montaje. Con este inicio no es de extrañarse el hecho de que, tanto en la promoción como en la discusión acerca del filme, se le considere dentro del género de terror. En especial si se le relaciona con obras cercanas en el tiempo, tales como Hereditary (Ari Aster, 2018) y The Witch (Robert Eggers, 2015).

Si bien en este ensayo no se pretende ir en contra de estas posturas, sí se quiere dar una mayor cantidad de matices. No sólo por el hecho de considerar una obra como de terror o no, sino el ir más en profundidad en cuanto a su análisis. Es por ello que, además de discutir brevemente acerca de lo que significa el género de terror, se propondrá tener en cuenta los géneros dramáticos como una alternativa que pueda resultar útil al momento no sólo de analizar, sino también de crear dichas narrativas. Todo ello llevará, en última instancia, a comprender de una manera más certera a Lamb.

Los demonios internos y externos, el terror en las historias
Hablar sobre historias de terror es mucho más complicado de lo que parece. Si bien en la infancia parecería como algo sencillo (son, simplemente, aquellos relatos que nos hacen imposible dormir) mientras uno se adentra más y más en el género, es sencillo encontrarse con muchas variantes y matices que terminan por confundir hasta al más adepto.

Porque, ¿una película de terror lo es por el nivel de violencia que maneja? En ese caso, historias dentro del llamado cine Gore entran con facilidad dentro del género. Sin embargo, ¿todas las películas que muestran violencia explícita son de terror? En ese caso, una parte importante de documentales que muestran los estragos de la guerra serían de terror. Quizá la respuesta rápida sea decir que, si bien hay obras que pueden contener elementos de terror, no son necesariamente de terror. Sin embargo, la discusión no hace más que empezar. ¿Qué hay de las películas cuya fuerza no viene del rojo (la sangre) sino del negro (las sombras)? En las que no se le debe tener miedo a un cuchillo sino a uno mismo. Y la diferencia no es sólo entre películas con asesinos seriales y personas que se volvieron locas. Es también de historias en las que los demonios del pasado regresan en forma de tormentos. Estos pueden ser desde fantasmas que no necesariamente tomarán venganza de forma corporal, hasta remordimientos que se verán reflejados en otros elementos.

Stephen King, en Danza Macabra (s.f., p.20) intenta dar una guía en cuanto al tema. Si bien se niega a hacer una “definición o racionalización” respecto al tema, sí afirma que hay tres niveles en los que este tipo de historias funcionan: el primero, el cual llama terror, el nivel máximo, está mucho más ligado a lo mental, pues “es lo que la mente ve en esas historias lo que los convierte en relatos quintaesénciales de terror” (un ejemplo sería El corazón delator, de Edgar Allan Poe); el segundo es el horror, uno donde “invita a una reacción orgánica que nos muestra que hay algo que está físicamente mal” (por ejemplo, varios villanos como Freddy Kruger o Jason Voorhees); por último, en el tercer nivel está la repulsión (de aquí, sobran ejemplos, donde podríamos destacar la saga de Guinea Pig). La gran ventaja de las categorías de King yace en que no intenta definir propiamente al género, sino que habla más bien de la intensidad con la que éste es tratado.

Sin embargo, incluso con la guía de King, es común que los amantes del género no acaben de ponerse de acuerdo. Muchas veces se hacen discusiones interminables acerca de si tal o cual película son más bien de terror, o de horror, o de fantasía, o thrillers, suspense, acción, ciencia ficción, etcétera. El propio King, en algunos pasajes de su libro, recuerda varias lecturas donde se tenía esta discusión. Es por ello que, considerando estas disputas como poco importantes, no se detiene a hacer una definición o diferenciación, sino que se concentra en la emoción. Aun considerando como válida la respuesta de King, creo que hay una manera de complementarla y dar una salida más completa a estas discusiones.

Los géneros dramáticos, la tragedia y la farsa
Los géneros dramáticos son siete y reciben los nombres de: tragedia, comedia, tragicomedia, melodrama, farsa, pieza y obra didáctica. De acuerdo a Virgilio Ariel Rivera (1993) se dividen en dos: complejos y simples. Entre los primeros se encuentran la tragedia, la comedia y la pieza; por su parte, los segundos son el melodrama, la obra didáctica y la tragicomedia; la farsa, otro género, dependerá del tratamiento particular de la historia. La diferencia entre complejos y simples viene, básicamente, de que los primeros tienen una exploración más compleja de sus personajes y el mundo (por ejemplo, los personajes de ambos lados de un conflicto pueden tener razones válidas e incluso correctas para defender su postura), mientras que los simples tienden a recurrir a elementos más básicos y claros (por ejemplo, en un conflicto, queda claro quién es el bueno y quién el malo). Ariel Rivera hace la puntuación de que la farsa no sólo es un género dramático, sino también un revestimiento para los demás géneros (p.189).

Por su parte, Eric Bentley (1992) en su libro La vida del drama, sólo habla de cinco de dichos géneros: tragedia, comedia, tragicomedia, melodrama y farsa. Más que dividirlos en complejos y simples, para él son formas teatrales elevadas o bajas. Las primeras comprenden los géneros de la tragedia y la comedia, mientras que las bajas son el melodrama y la farsa (por su parte, en el capítulo donde habla de la tragicomedia parece dejarla en una especie de terreno medio). A pesar de referirse a menos géneros y a hablar de ellos de forma distinta, Bentley coincide con Ariel Rivera en que hay géneros con mayor complejidad (en el caso de Bentley son los elevados, los cuales, según el autor, trascienden lo planteado por los bajos, p.239) que otros. Para este ensayo, sólo se revisarán la tragedia y la farsa, ya que son los géneros más cercanos a lo que normalmente nos referimos como terror.

En el caso de la tragedia, tanto Ariel Rivera como Bentley la consideran como el género más representativo de la escritura dramática. Ariel Rivera (1993) escribe que es donde “la máxima expresión artística se hace manifiesta, la obra de arte cuenta con el campo más abierto para ser expresada y la interpretación textual llega hasta el significado de rito religioso” (p.86). Más adelante, expone que es el género donde los personajes intentan trascender a la muerte, razón por la cual son castigados. Además, Ariel Rivera dota de un carácter religioso al género y menciona algo muy importante: los personajes de tragedia nunca son víctimas, siempre eligen conscientemente el camino que los termina por llevar a la desgracia. De forma similar, para Bentley en la tragedia es donde están todos los valores trascendentales, en el que además la muerte rodea al protagonista. Bentley (1992) ve en la tragedia una forma que tienen los seres humanos de buscar una cierta redención o inocencia, pero a sabiendas de que se es culpable. Estas características, sumadas al tono grave y serio que comúnmente acompaña a las historias trágicas, hacen que la tragedia sea explorada en historias de terror en donde el foco no está en la violencia y los sustos. Por el contrario, y en concordancia con los niveles que plantea Stephen King, se hace una mayor exploración de elementos como la muerte, la vida, el castigo por violar los valores trascendentales.

Sin embargo, y recordando los niveles que plantea King, no se debe olvidar la parte violenta y más visceral de este tipo de historias. En las cuales se ve no sólo sangre, sino que esta puede alcanzar niveles ridículos e irreales de la misma. Este extremo es alcanzado en el género dramático de la farsa. Es aquí donde nos podríamos encontrar con discrepancias entre Bentley y Ariel Rivera. El primero considera que la farsa es un género en sí mismo, en el cual justamente todos los elementos son llevados al extremo y adquieren un matiz de parodia. Para Bentley, en la farsa se llega a grandes niveles de violencia, pero ésta resulta entretenida y no realista (en contraposición con lo que ocurriría en la tragedia, donde los actos de violencia son trascendentes). Si bien no es que Ariel Rivera esté en contra de esto, él más bien considera que la farsa es un revestimiento para los demás géneros. Ello gracias a que la farsa permite un nivel de imposibles que llevan a las historias a otro nivel, esto porque la farsa implica llevar al extremo ciertos elementos de la historia, los cuales pueden ser incluso irreales. Así, para Ariel Rivera, una historia puede ser trágica, cómica, melodramática, etc., y tener elementos fársicos que la elevan. Quizá el ejemplo más claro se puede encontrar en las comedias fársicas, donde elementos de la comedia trascienden el realismo e incorporan chistes, personajes y situaciones que en muchas ocasiones son gratuitas y más ridículas de lo que una historia cómica haría normalmente. Es debido a estas características que la farsa encaja a la perfección con varias de las historias de terror más populares. Incluso, lo más probable es que el público piense en historias de terror fársicas (en las que hay monstruos, personas corriendo por su vida, huyendo de alguien con una motosierra y en donde se pueden ver montones de sangre) antes que en historias de terror trágicas. Cabe la posibilidad que las últimas, en muchas ocasiones, ni siquiera lleguen a considerarlas como de terror.

Lamb, un terror diferente
En el primer acto de Lamb, María e Ingvar, una pareja que vive solitaria en medio del campo, se encuentran con que una de sus ovejas tuvo una cría peculiar: un bebé mitad cordero mitad niño. Más allá de verlo como una maldición o una aberración de la naturaleza, los protagonistas lo consideran una segunda oportunidad para corregir errores del pasado.

Las primeras insinuaciones de esta criatura, a quien nombran Ada, son inquietantes: no sólo no se termina de verla de cuerpo entero, siendo sugerida por movimientos en el fondo casi en fuera de foco, envuelta en las sombras, sino que estas pocas pistas hacen pensar en monstruos que acarrean desgracias. Sin embargo, mientras la historia avanza, Ada termina por estar lejos de ser una presencia oscura sino que es, por el contrario, el rayo de luz en la vida de esta pareja. Es así que, cuando el personaje es por fin presentado en pantalla no acaba de ser monstruoso, sino que incluso adquiere un carácter tierno, siendo más amigable para el espectador.

Sin embargo, hay que apuntar algo: este rayo de luz es producto de una trasgresión al orden natural. María e Ingvar alejan a Ada de su madre verdadera, quien busca reencontrarse con su hija. Este crimen culmina en el asesinato de la madre por parte de María. La forma en que los personajes principales transgreden una especie de orden natural no viene sólo por el secuestro y el asesinato, sino que intentan, de una forma nada velada, revivir a su hija muerta (la Ada original) a través de este cordero. Y es por ello que, en el clímax de la historia, ambos son castigados por el padre de Ada: un carnero con cuerpo de hombre, quien mata a Ingvar y se lleva a Ada, dejando a María en la desolación total.

El género dramático al que se ajusta Lamb es tragedia, no sólo por las preguntas más trascendentales que representa (las cuales pueden ir desde la maternidad, hasta el orden natural del mundo y la existencia, etc.) sino por su desarrollo en el cual los personajes hacen elecciones para trascender (en este caso, a través de su descendencia) por lo que al final son castigados. Sin embargo, la historia trasciende los cánones clásicos al incluir no sólo a Ada sino a su padre, incluyendo de esta manera elementos fársicos.

Pero es también una historia de terror. No por el hecho de tener personajes con particularidades físicas. Sino porque, quizá gracias a su base trágica, muestra lo que el dolor puede causar en las personas y hasta qué extremo pueden llegar para alejarse del mismo. Recordando los niveles de King, es una historia que usa como herramienta la imaginación del espectador para indicarle que hay algo que no está bien. Y no es necesariamente Ada.

De esta manera, Lamb se une a esas películas de terror que recientemente están ganando notoriedad pero que siempre han existido. Si bien ahora las representantes son Hereditary, Midsomar, The Witch, The Lighthouse, Green Room, Relic, entre otras. Antes estuvieron: The Innocents, The Changeling, Vampyr, Dos monjes, etcétera.


Referencias:
Ariel Rivera, V. (1993). La composición dramática: estructura y cánones de los 7 géneros. Grupo Editorial Gaceta S.A. México.
Bentley, E. (1992). La vida del drama. Paidos. México.
King, S. (s.f.) Danza macabra.
La tragedia de un cordero (texto)
Published:

Owner

La tragedia de un cordero (texto)

Published:

Creative Fields